Homenaje que fue recibido con ira por varios usuarios que enseguida la tildaron de aprovechada, superficial e incluso racista por usar con fines promocionales la imagen de estas dos figuras clave en la lucha de los derechos civiles de la población negra. Tan negativa fue la reacción (y tan comentada la maniobra en los medios de comunicación) que Madonna publicó esa misma noche un comunicado en su página de Facebook pidiendo disculpas y aclarando que no se estaba comparando con nadie.
“Admiro y reconozco sus corazones rebeldes. ¡Esto no es un delito, un insulto o una muestra de racismo! Antes he publicado fotos parecidas de Frida Khalo y Marilyn Monroe. ¿Significa esto que soy como ellas? No, sólo digo que también tenían un corazón rebelde. Además, estos montajes no los he hecho yo, sino mis fans. Simplemente los he reposteado. Y por supuesto ellos tampoco son racistas. Si me ponen en la misma categoría que esta gente, gracias, me siento muy halagada. Espero algún día conseguir al menos un uno por ciento de lo que ellos consiguieron en su vida”.
No es la primera vez, pero sorprende un perdón tan contundente en alguien que podría contar su vida a través de verdaderos escándalos que dejan lo de estas fotos en una inocente provocación para gente con la piel muy fina. Actos en su época muy controvertidos y atrevidos que no sólo sirvieron para convertir a Madonna en MADONNA, sino que también ayudaron a que temas tabú como la homosexualidad, la masturbación femenina o la libertad religiosa sean vistos hoy con total normalidad. Porque la revolución también se consigue con el escándalo, y aquí está la prueba.
Beyoncé no habría existido sin Tina Turner, es cierto. Pero es probable que el resto de estrellas femeninas del pop tampoco sin Madonna. Que sí, que Miley Cyrus puede lamer martillos, Lady Gaga bailar desnuda, Nicki Minaj enseñar culo y Rihanna jugar al lesbianismo para todos los públicos con Shakira, pero ninguna sería libre de hacerlo de no ser porque en 1984 Madonna apareció cantando Like A Virgin en los MTV Awards vestida de novia y revolcándose por el escenario simulando movimientos sexuales.
Una actuación que colmó el vaso de las mentes mojigatas que aseguraban que la canción era peligrosa por promover el sexo antes del matrimonio. A raíz de esta actuación incluso se fundó en 1985 el Parents Music Resource Center, un comité formado por las mujeres de varios diputados y senadores estadounidenses cuya misión era educar a los padres sobre las modas alarmantes en la música popular. De nada sirvió su cruzada. Gracias a este primer single de su segundo disco, cientos de miles de mujeres que habían sido educadas en los sesenta y los setenta bajo los valores tradicionales descubrieron que no eran ningunas prostitutas por atreverse a explorar su sexualidad. A Tarantino también le marcó, tanto que en un legendario diálogo en ‘Reservoir Dogs’, su primera película, sus protagonistas discutían sobre el verdadero significado de la canción. No es reproducible en una página elegante como esta. Búsquenlo.
Convertida en referencia mundial de la nueva liberación sexual, Madonna revalidó en 1986 su título de mala influencia para las jóvenes con Papa Don’t Preach, el segundo sencillo extraído de True Blue, su tercer disco. Una canción sobre una adolescente que intenta decirle a su padre que se ha quedado embarazada cuya letra puso en pie de guerra tanto a grupos a favor del aborto como en contra. Pero fue el Papa Juan Pablo II el mayor enemigo que se ganó la cantante gracias a este tema. Y todo porque Madonna, durante suWho’s That Girl World Tour en 1987, proyectaba imágenes del Sumo Pontífice alternadas con mensajes de “sexo seguro” mientras la interpretaba.
Por este atrevimiento, el Vaticano llamó al boicot de los dos conciertos en Turín y Florencia que cerraban la gira. Lejos de conseguirlo, esta petición sirvió para que Madonna cerrara un acuerdo con la RaiUno para grabar la actuación y emitirla en todo el mundo. Solo en Italia 13 millones de personas siguieron aquel concierto por televisión.
Aquello fue sólo el primer asalto de la guerra que la cantante mantuvo –y mantiene– contra la Iglesia católica. Una pelea que alcanzó su punto más álgido en 1989 con la publicación del videoclip Like A Prayer, correspondiente al single de presentación de su cuarto álbum de estudio. Antes de lanzarlo, Madonna, que acaba de divorciarse de Sean Penn, cerró un acuerdo publicitario con Pepsi para convertirse en su imagen a cambio de 5 millones de dólares, pero la compañía canceló el contrato unilateralmente (por eso ella nunca devolvió el dinero) después de ver el contenido del clip en el que aparecían cruces quemadas y, atención, un santo negro al que Madonna primero reza y con el que, después de cobrar vida, se besa.
Como era de esperar, el vídeo no solo fue prohibido en varios países, sino que el Vaticano acusó oficialmente a la cantante de blasfema por atreverse a usar símbolos religiosos de manera tan vulgar. Irónicamente, esta cruzada cristiana contra ella convirtió aquel año a Madonna en lo que siempre soñó: ser más famosa que Jesucristo.
Sabiendo que absolutamente todo el mundo tenía algo que decir sobre ella, Madonna aprovechó su guerra religiosa para salir otra vez de gira en 1990 con The Blonde Ambition Tour. Un show que pasará a la historia no sólo por instaurar el concepto de teatralidad que hoy es obligatorio en todos los grandes conciertos a los que asistimos, sino también por los sujetadores cono de Jean Paul Gaultier o por ser la primera vez que pisó suelo español actuando tanto en Madrid (donde tuvo lugar aquel famoso encuentro con la tropa Almodóvar), como en Vigo y en Barcelona, desde donde se emitió el concierto en directo a través de Televisión Española comentado por Constantino Romero y en el que pudimos escucharla diciendo lindezas como “¿Estáis listos, mi polla?”.
Muchos recordarán de que sus padres no les dejaron verlo en su momento. ¿El motivo? La mezcla de religión y sexo que había vuelto a despertar la ira del Vaticano. En concreto, un segmento en el que Madonna primero simulaba una masturbación mientras cantaba ‘Like A Virgin’ y, después de tener el orgasmo, empezar a entonar ‘Like A Prayer’. Curiosamente aquella provocación no le impidió actuar en Roma, pero casi le obliga a cancelar en Toronto, donde la policía se presentó en el backstage unas horas antes de salir al escenario avisando que el contenido lascivo y obsceno del espectáculo podría ser motivo de multa y detención, tal y como vimos en el documental En la cama con Madonna. Ella, por supuesto, se negó. Que la ciudad canadiense sea hoy un ejemplo de integración, respeto y libertad sexual y cultural no se lo debemos a este gesto, pero de algo sirvió seguro.
Y con el cartucho de la religión completamente quemado, al menos de momento (en 2006 volvió a desafiar al Vaticano crucificándose en el escenario mientras cantaba ‘Live To Tell’ durante su Confessions Tour), Madonna decidió que había llegado el momento de acabar con el tema tabú por excelencia: el sexo. Pero nada de simulaciones para escandalizar a padres de adolescentes, no. El sexo de verdad. Su etapa de escándalos más jugosa y criticada, la que muchos pronosticaron como el fin de su carrera, arrancó a finales de 1990 con el lanzamiento del recopilatorio ‘Inmaculate Collection’, que incluía una nueva canción llamada ‘Justify My Love’ escrita por Lenny Kravitz.
La letra estaba subidita de tono, cierto, pero fue el videoclip de presentación de la misma lo que inició el revuelo. Un vídeo dirigido por Jean-Baptiste Mondino en el que Madonna coqueteaba con la estética sadomasoquista que incluía relaciones entre hombres y un controvertido morreo lésbico de la cantante con la modelo Amanda Cazalet. Canales como MTV o VIH1 no lo quisieron emitieron alegando que aquello rozaba lo pornográfico (la misma MTV que no tuvo reparos en ganar audiencia con aquel beso a Britney Spears en 2003, por cierto). Ante esta censura, la cantante decidió vender el vídeo en VHS inventando el concepto de videosingle, con tan buena respuesta por parte de su público que su siguiente movimiento tuvo que ir un paso más allá.
Y con más allá nos referimos, cómo no, al libro de fotografías SEX, publicado en 1992 y en el que Madonna aparecía no sólo besándose con mujeres (Naomi Campbell, entre ellas), sino paseando completamente desnuda, simulando sexo con una botella, practicando el beso negro... “No creo que un hombre mirando a una chica desnuda en una revista sea degradante para la mujer”, escribía la artista en sus páginas explicando la intención feminista del proyecto. “Todo el mundo tiene su propia sexualidad. Es cómo tratas a la gente en tu día a día lo que cuenta, no lo que te pone en tus fantasías íntimas (...) No me interesan las películas porno porque todo el mundo es feo y simula lo que hace. Son estúpidas y más que ponerme caliente, me hacen reír (...) Pero tampoco me parecen degradantes, las actrices que hacen este tipo de cine lo hacen porque quieren, no porque les estén apuntando con una pistola en la cabeza. No entiendo las críticas. A mi, por ejemplo, me encanta mirar la revista Playboy porque las mujeres lucen genial estando desnudas”.
La culminación a esta lucha por la revolución sexual llegó poco después con Erotica, el primer álbum que lanzó con Maverick, su propio sello discográfico; y con su papel protagonista en El cuerpo del delito, una cinta en la que dos minutos de metraje tuvieron que ser eliminados para no ganarse la temida clasificación NC-17 en EEUU, que hace que muchos cines se nieguen a proyectar una película. Y que hoy haya gente que se echa las manos a la cabeza por Miley Cyrus...
NO LLORES POR MÍ, ARGENTINA
Desafiado el poder eclesiástico y la moral sexual, a Madonna solo le quedaba un sector por conquistar, el político. Aunque en este, todo hay que decirlo, siempre ha sido más cauta. De hecho, su primer gran escándalo político lo vivió en 1995 cuando Argentina puso el grito en el cielo al conocer que el director Alan Parker había contratado a la cantante para dar vida a Eva Duarte de Perón en el musical ‘Evita’ sin darse cuenta de, que en esencia, ambas tenían una historia muy parecida. Ganando un Globo de Oro a la Mejor actriz y con la crítica de su parte, al final se demostró que la elección fue la correcta.
Más caro pagó posicionarse en contra del gobierno de Bush después del ataque a las Torres Gemelas en 2001, cuando cualquier crítica al gobierno estadounidense era entendida como antipatriótica. Por eso, por primera vez en toda su carrera, Madonna se vio obligada a retirar un videoclip en 2003. ¿El motivo? American Life, single de presentación del disco del mismo nombre en cuyo videoclip aparecían soldados lisiados desfilando en una pasarela y el mismísimo Bush encendiéndose un puro con una granada. Era su particular manera de denunciar la invasión de Irak, pero todo Estados Unidos se le echó encima y la cantante, que por aquel entonces vivía en Londres, no tuvo más remedio que emitir un comunicado defendiéndose.
“Me siento afortunada de ser una ciudadana americana por muchas razones, una de ellas es el derecho de poder expresarme libremente, especialmente en mi trabajo. No soy anti-Bush, pero tampoco soy pro-Irak. Soy pro-paz. He escrito una canción y he creado un video para expresar lo que siento acerca de nuestra cultura, valores e las ilusiones de mucha gente que creen el Sueño Americano. Como artista, no espero que todos estén de acuerdo con mi punto de vista, pero estos son mis sentimientos y así es como honro a mi país". De nada sirvieron las disculpas: es su disco menos vendido de la historia.
EVANGELIZANDO SE ENTIENDE LA GENTE
Pero Madonna siempre tiene la última palabra, y como ya demostró enfadando a Juan Pablo II, en su escenario manda ella. Así que puede que acepte cierta censura en los discos y en los vídeos, pero nunca en directo, donde está rodeada de fieles dispuestos a pagar cientos de euros para verla. Y si los pagan es porque la quieren incluso cuando aprovecha los conciertos para realizar pequeños mítines con su visión del mundo. Bueno, casi todos, ya que tal y como comprobó Michael Moore como estrella invitada del documental ‘I’m Going To Tell You A Secret’, grabado durante el ReInvention Tour en 2004, los discursos pacifistas e izquierdistas de Madonna provocan que algunos fans abandonen el recinto indignados murmurando que ellos pagan por ver un show, no por escuchar arengas políticas.
Ella, por supuesto, ni se inmuta, y lo mismo te suelta entre canción y canción lo malo malísimo que era Bush que te proyecta imágenes de Putin con cuernos o a la ultraderechista Marie Le Pen con bigote de Hitler y esvástica tatuada en la frente, algo que ha molestado mucho a los “homenajeados”. No son sus únicos mensajes para remover conciencias: vídeos en contra del bullying escolar y el suicidio infantil, tatuajes a favor de las Pussy Riots y gestos en contra de las leyes homófobas en Rusia (como vimos en 2012 durante el MDNA Tour) también son habituales en sus giras. ¿Populista? Puede que sí, pero también valiente.
¿NUNCA FALLA MADOONA?
Por supuesto. De hecho, su biografía está repleta de momentos que han puesto en peligro su imagen pública, empezando por la controvertida adopción de sus hijos David y Mercy en Malawi y terminando por toda la retahíla de equivocaciones en redes socialessubiendo fotos en las que lo mismo describe a su hijo como “Dis Nigga” (palabra prohibida en el vocabulario americano) o en las que compara la filtración de unas demos con la violación y el terrorismo. Meteduras de pata, sí. ¿Pero escándalos?
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